Qué hay, Debido a que no estoy seguro de cuál sea la opción correcta, pongo ambas y con esta entrada inauguro lo que serán los cuentos publicados en el Blog, además de que constituiré los viernes como día del Escritor, para mí, porque hoy no voy a la escuela y esa simple acción ya basta para considerar el día especial
De todos modos el cuento lo bauticé como Exorciceme Padre, si no les gusta, pues le cambian el título a exorcísame padre, y ya está. Creo que está un poco largo, pero como siempre agradeceré que se tomen la molestia de leer todo.Exorcíceme Padre, Por favor.
El teléfono volvía a sonar con insistencia, para ser exactos era la sexta vez que sonaba sin ser contestado, cualquiera que escuchara eso, pensaría que se trata de una emergencia o en su defecto de un asunto de cuentas pendientes. Pero no era así, porque en lugar donde sonaba el teléfono era la Santa Iglesia Milagrosa del pueblo de Putla, Villa de Guerrero en Oaxaca, y la persona que no quería atender al llamado era el Padre Ponciano, una persona ya de edad avanzada y que jamás se quitaba la sotana, pues con ella se sentía la gran autoridad del pueblo, el mandamás.
Temeroso y sentado en una mecedora que escondía en el ábside de la iglesia, el Padre Ponciano escuchaba el sonar del timbre del teléfono y cada timbrazo lo hacía estremecerse aún más y llenarlo de escalofríos, pues la razón por la que éste sonaba era ni más ni menos que para atender un exorcismo que él había aceptado llevar a cabo dos días atrás. La persona que tenía que exorcizar era la hija de doña Ernestina, que llevaba por nombre Cándida y que a palabras de doña Ernestina a ésta se le habían metido los demonios por andar jugando con sus amigas a que llamaban a las brujas y después se convertían en una de ellas.
El Padre Ponciano estaba bastante asustado, para variar no sabía cómo hacer frente a este tipo de casos ni mucho menos qué hacer si las cosas se complicaban, en todos los años que llevaba como sacerdote sólo en una ocasión se le había presentado una situación como ésta, y esa vez para no llevar a cabo la misión fingió estar enfermo de Tifoidea y pues en esa condición no podía ni salir de su casa, aquella ocasión le salvó el pellejo el Padre Porfirio que se encontraba a su lado, y en su lugar acudió él para hacerse cargo del exorcismo, pero esta vez no había ningún Padre Porfirio que le pudiera salvar la vida ni que pudiera llevar a cabo la chamba que le correspondía a Ponciano.
El exorcismo para la niña Cándida había estado pactado para las cuatro de la tarde, y entre tanto tiempo que ya había perdido el padre en idear una solución para eso ya se había ocultado el sol, ahora si se decidía a actuar tendría que hacer frente al mismísimo demonio bajo la luz de la luna, condiciones nada favorables y que ayudarían a hacer más lúgubre el ambiente de lo que ya podía ser.
De repente se escuchó que tocaban la puerta donde se hallaba escondido el padre, éste se asustó pero inmediatamente preguntó:
-¿Quién es?
A lo que acto seguido se escuchó la voz de su acólito que contestaba:
- Pues yo, Tomás, hay padre cómo se atreve a preguntar que quién es si ya sabe que ahorita solo estamos usted y yo.
- Ah, eres tú y qué quieres- dijo el padre con voz un tanto molesta
- Pues le vine a recordar que tiene que ir a casa de doña Ernestina para curar a la niña de eso que tiene, no ve que ya son casi las ocho de la noche y allá afuera ya está casi completamente oscuro y ya se asomó la luna, o qué, ¿ya se le olvidó?
-No, no se me ha olvidado, pero quién te crees tú, para decirme lo que tengo hacer.
- Pues sólo le venía a recordar su pendiente
- Mira Tomasito si no tienes nada que hacer, ve a mi casa, acabo de recordar que mi perro se sentía mal y en la mañana no quiso comer y hasta vomitó lo que había tragado la noche anterior, así que ve a ver cómo está, y sírvele de comer, si se sigue sintiendo mal marcas aquí a la iglesia para que lo lleve al veterinario, no puedo desamparar a mi perro.
- Qué, o sea que va dejar pendiente lo que tenía previsto, sólo porque su perro se siente mal, no Padre eso no está bien.
- Cállate y ve a hacer lo qué te digo y me marcas de todos modos para que lo vaya a ver, vete que esperas- finalizó tajantemente el padre.
Tomás se dirigió rumbo a la casa donde el padre habitaba que no estaba muy lejos de la Iglesia, al entrar a la casa del padre, se percató de que el perro estaba bastante inquieto, éste ladraba y chillaba a la vez y hasta se estampaba contra la puerta de la casa que daba hacia el patio . Tomás lo revisó le sintió la panza al perro y observo que su temperatura era la idónea, para ser un perro de raza Labrador estaba bastante bien y no daba señales de padecer alguna enfermedad, además Tomás creía que los perros finos tendían a enfermarse por cualquier cosa, para él nada se comparaba con los perros callejeros, resistentes y luchadores hasta el final. Pero lo que si observó fue que el perro seguía inquieto, se dirigió hacia donde el padre guardaba la comida del perro que consistía en puros trozos de carne de res y alguno que otro hueso de costilla del mismo animal, y le sirvió la comida al perro, éste devoraba con tanta avidez que terminó con las dudas de Tomás acerca de si el perro estaba enfermo o no, pues parecía que a propósito el padre Ponciano lo había dejado sin comer. Todo esto no debió durar más de una hora
Tomás pensó:
-Vaya, que cosas hace el padre con tal de no cumplir con su obligación, es más el mismo hubiera matado a su perro si lo deja sin comer otro rato más.
Mientras el padre impaciente en la iglesia daba de vueltas esperando la llamada de Tomás, para que le informase que sucedía con su perro, pensaba que no se lo podría haber ocurrido un mejor pretexto para librarse del exorcismo, pero en lo que no pensó, fue en cómo iba identificar la llamada de Tomás para que no se fuera a equivocar y le fuera a contestar a doña Ernestina, entonces ahí sí que habría problemas, fue el momento en el que el padre se dijo a sí mismo:
- Me lleva la chingada cómo se me fue a olvidar decirle cómo tenía que marcar, pinche Tomás nomas donde se tarde en llamar y me vaya yo a confundir.
No pasaron más de 2 minutos y el teléfono sonó, y el padre nervioso por completo no sabía si contestar o no, pues temía que se fuera a confundir y fuera doña Ernestina, así que no contestó, prefirió dejar el teléfono así.
Mientras tanto, Tomás era el que había marcado a la iglesia para informarle al Padre Ponciano cómo estaba su perro, pero se encontró con que el teléfono no fue contestado.
Volvió a sonar el teléfono en la iglesia, y esta vez el padre se vio en la necesidad de contestar y en efecto así fue:
- Diga- dijo el padre con voz nerviosa
- Padre Ponciano- se escuchó una voz femenina
-Sí el habla- contestó, y en ese momento en su mente empezaron a llover insultos y mentadas de madre para Tomás por no haber sido él quien llamaba.
-Qué pasó Padre, dónde está, dijo que iba venir a ver a mi niña y no ha venido, desde la tarde lo estoy esperando y usted no llega, se está poniendo cada vez mas mal, ahora ya saca espuma por la boca y habla en lenguaje que no se le entiende, primero pensé que me estaba insultado y cuando se calmó un poco que le meto sus guamazos, pero de nueva cuenta empezó a hacer así.
- Oh que terrible.
- Sí padre, apúrese a venir no quiero que mi hija enloquezca más.
- Este, eh, eh si voy a ir, espéreme como a las 10 de la noche llego, es que olvide algo muy importante en mi casa y primero debo ir por él antes de ir a su casa.
- Bueno, pero no tarde más por favor- dijo doña Ernestina con tono apurado y colgó.
El padre se tumbó sobre su mecedora y empezó a decir más maldiciones en voz alta:
- Me lleva la que me trajo, estúpido acólito no puede hacer nada bien, pero cuando lo vea le voy a meter sus buenos trancazos.
Sonó el teléfono otra vez y para su fortuna o infortunio esta vez, Sí era Tomás:
- Padre por qué no contestó el teléfono la primera vez que marqué- dijo de forma apresurada el acólito
- Si serás estúpido, también te tardaste mucho en llamar y pensé que sería esa vieja que quiere que vaya a ver a su hija, y por tu culpa le contesté a ella, ahora tengo que ir y todo gracias a ti.
- Pues que quiere que haga, si revisé bien a su perro hasta cerciorarme de que no tuviera nada, y de hecho no tenía nada.
- Eh, cómo que no tiene nada, si yo lo vi muy enfermo, es más voy para allá espérame ahí, horita voy.
- No es necesario que venga, ya le di de comer y está muy tranquilo.
- Cállate, otra vez intentas decirme que hacer espérame allá, en 15 minutos llego.
El padre salió de la iglesia pero antes de salirse se fijó en el reloj, exactamente marcaba las 9 de la noche, sólo tenía hora y después tendría que ir a su misión importante. Llego a su casa y vio a Tomás, de nueva cuenta lo volvió a regañar y hasta se tuvo que contener para no pegarle una bofetada, fue ahí donde tuvo que confesar la verdad:
- Qué pasa padre, por qué esta tan nervioso, si ya vio a su perro y está bien- dijo Tomás
- Es cierto, está bien pero es que… la verdad… - contestó el padre con tono titubeante
- Qué pasa Padre
- La verdad es que me da miedo ir a exorcizar a la niña, no sé cómo hacer eso y me da miedo que s me vaya meter el diablo a mí.
- Pero cómo se atreve a decir eso Padre, usted debe saber cómo hacerlo, ¿no por eso mismo es sacerdote?
- Sí, pero nunca he querido hacer eso, es más no quiero hacerlo, pero parece que no me queda otra opción-
- Pues eso sí Padre, ahora le toca hacer su responsabilidad, ni modo.
- Eh, pero que crees tú vendrás conmigo y me ayudarás, pues que creías que nomas sirves para recoger limosnas.
- ¿Pero yo Padre?, yo Sí no se llevar a cabo ese tipo de rituales, es más estoy acá porque mi mamá me obligó, si no, no estuviera con usted.
- Pues vendrás conmigo, y aprenderás junto conmigo a hacerlo, es más agarra esos dos cuchillos que están encima de la mesa de mi cocina, escóndelos bajo tu atuendo por si algo sale mal.
Tomás cogió los dos cuchillos, ambos eran largos y afilados y tenían un buen mango, por lo que su uso cotidiano no era más que para cortar carne por lo tanto no era dificultoso usarlos. En la mente de Tomás quedó flotando ese “por si algo sale mal” que había dicho el padre, pues inevitablemente le vino a la cabeza, la idea de clavárselos a la niña por si ésta se ponía muy espesa y rejega a la hora del ritual.
El padre fue al baño a lavarse su cara y sus manos, y al ver su rostro reflejado en el espejo lo notó demasiado cansado y demacrado, mucho más de lo que solía verse. Se volvió a pasar la mano por la cara, pero lo hizo tan fuerte que al tocar su nariz, sintió cómo algo caía y pensó que podrían ser los mocos que se le habían aflojado y cómo tenía los ojos cerrados no se percató de que era sangre la que escurría por su boca y hasta se manchó su sotana, fue hasta que abrió los ojos porque seguía notando que algo le escurría y vio que en efecto era la sangre que chorreaba por la parte baja de su cara y en la sotana tenía tres grandes manchas rojas que se apreciaban de manera muy grotesca y que para variar ese día había vestido su sotana blanca pues las demás estaban sucias.
Pensó:
- Me lleva la chingada, si alguien me viera salir de la casa de doña Ernestina así, pensaría que fui a hacerla de carnicero en vez de exorcista.
Acto seguido, salió del baño, no podía cambiarse por lo que tendría que ir así, le dijo a Tomás desde el baño que llevara consigo el Crucifijo y la medalla de San Benito muy socorrida en esos casos, y él se encargaría de llevar el agua bendita en un tubo y la estola violácea, cuando Tomás lo vio manchado le pregunto qué le había pasado, el padre solo se limitó a decirle que qué le importaba.
El reloj marcaba 9:50 de la noche y ambos salieron de la casa, el padre Ponciano le dijo a Tomás que pasara lo que pasara se mostrara seguro, pues le habían contado que el demonio se mete en las personas que ve menos seguras y mas titubeantes, así que por cualquier cosa debía de conservar la calma.
Llegaron a la casa de Doña Ernestina y desde afuera se escuchaban gritos, insultos y golpes. Al escucharlos los dos se estremecieron tanto que hasta se dijeron entre ellos si sería buena idea abandonar todo eso ahora mismo, pero no fue así ya que algo los hizo quedarse ahí. Tocaron la puerta y salió de la casa doña Ernestina, le dio tanto gusto verlos que los recibió a ambos besándoles las manos, y el padre se acordó que ya no se había lavado las manos después de que se quitó la sangre de su cara.
Pasen por favor- dijo doña Ernestina y se fue rumbo al cuarto de Cándida que daba de gritos amarrada en su cama.
El Padre miró a Tomás y le dijo que tratarían de resolver el problema con rezos y luego reprenderían al demonio y si eso no funcionaba, pues que Dios se apiadara de ellos.
Regresó Doña Ernestina y les dijo que pasaran al cuarto y que hicieran lo posible por curar a Cándida, El padre y Tomás entraron detrás de ella y su reacción al ver a la chica fue de espanto total, pues sus ojos emanaban una furia total y su boca hacia muecas llenas de rabia.
El padre le dijo a Tomás:
-No temas, sólo haz lo que te diga
- Esta bien, pero si esa cosa nos quiere pegar, ¿qué vamos a hacer?
- No lo sé, confío en lo que traigo, estoy seguro que las groserías que le digamos y el agua bendita bastarán- contestó el Padre
Cándida en su estado de poseída, con voz bastante gruesa malvada les dijo:
-Qué hacen ustedes aquí, par de maricones, lárguense de aquí, soy capaz de comérmelos vivos a ambos.
Tomás y el Padre Ponciano se quedaron petrificados del miedo y el Padre se limitó a decir:
-Basta, qué quieres aquí, qué buscas en el cuerpo de esta jovencita, te ordeno que te vayas te reprendo en el nombre de Jesucristo.
- Ah, no me haces daño estúpido cura maricón, mira que venir acompañado de tu acólito te hace ser aún más repugnante- repuso Cándida
- Cállate- dijo el cura. Y le roció agua del agua bendita que traía en el tubo, y ésta cayó en los ojos de cándida que soltó un alarido temible y escalofriante, e inexplicablemente pudo alargar una pierna hasta golpear con el pie al padre Ponciano y dejarlo noqueado en el suelo durante unos segundos, Tomás al ver eso, se agachó para ayudar al padre pero como vio que no se movía, y que Cándida parecía tener más fuerzas, sacó el crucifijo del padre y se lo enseñó a Cándida, y esta de nueva cuenta soltó otro berrido ahora más fuerte y más pronunciado, y se cubrió los ojos, pero esta vez no pudo golpear a Tomás que se escondió detrás del closet que tenían en el cuarto.
Al cabo de dos minutos el padre recobró el sentido y se levantó, alcanzó a ver cómo Cándida esta mas enfurecida y soltaba muchas más maldiciones ahora en lenguajes que para el intelecto humano eran incapaces de ser comprendidos.
Vio a Tomás y le dijo que viniera cerca de él, y en la oreja le tuvo que contar su plan, éste consistía en que el Padre se abalanzaría contra el cuerpo de Cándida y trataría de ahorcarla para ver si así, el demonio conseguía salirse del cuerpo de la joven, además le había dicho a Tomás que si todo se salía de control que saliera a pedir ayuda, éste simplemente asintió con la cabeza.
Paso un minuto y el padre se le quedó viendo a Cándida y ésta siguió insultándolo, después de todo eso ya no era novedoso pues los últimos veinte minutos de su vida los había pasado recibiendo insultos, siguió observándola fijamente y luego se le abalanzó contra su cuerpo, Tomás al ver la escena se quedó perplejo y sólo vio cómo forcejeaban el demonio en el cuerpo de Cándida y El Padre Ponciano, y al ver que el demonio estaba ganando la partida saco de su traje los cuchillos largos y afilados y se los clavó a Cándida uno a la altura del abdomen y otro a la altura del tórax, lo hizo de tal manera que no fuera a lastimar al padre en el intento y afortunadamente todo salió bien o por lo menos regular.
El Padre sintió cómo Cándida dejo de forcejear y luego vio cómo emanaban de su cuerpo grandes cantidades de sangre, y cómo poco a poco se desvanecía hasta que cayó en el suelo y completamente muerta, habían logrado terminar con esto, pero eso no quería decir que hubieran terminado satisfactoriamente pues no pudieron llevar a cabo el ritual. El padre al ver a Cándida muerta y con los cuchillos clavados en su cuerpo reganó a Tomás y le dijo que había cometido una estupidez y que debió ir por ayuda, y lo que pasó al instante fue verdaderamente escalofriante, pues vieron cómo el demonio salía del cuerpo sin vida de Cándida y se reía de manera estridente, era una especie de humo con ojos amarillos pero de imponente presencia, escapó por la ventana y se perdió entre la luz de la luna.
El Padre le dijo a Tomás:
- Vamos apúrate, salgamos de aquí, si viene doña Ernestina quien sabe que nos vaya a hacer.
- Si huyamos rápido – contestó el acólito
Salieron rápidamente del cuarto sin hacer ruido y luego hacía la puerta de la casa para salir a la calle, luego el padre le dijo que se fueran rápidamente a su casa, y ahí se esconderían por si alguien trataba de inculparlos después.
Llegaron a la casa del padre y no prendieron la luz para nada y ahí trataron de dormir hasta las 4 de la mañana del día siguiente, que fue cuando el Padre Ponciano despertó a Tomás y le dijo que se apuraran, pues a esa hora empezaban a salir los primeros autobuses rumbo a la capital. Abandonaron la casa del Padre con lo que pudieron tomar y al perro lo pasaron a dejar con un amigo del padre, con el pretexto de dejarlo “encargado” durante un rato. Luego se fueron a la central camionera y ahí tomaron un autobús rumbo a la capital, y nadie volvió a saber de ellos.
En el pueblo se corrió la voz de que habían sido asesinados esa noche junto con Cándida pero que el Chamuco se había llevado sus cuerpos en señal de triunfo y por eso no aparecieron junto a ella.
Fin
PD: Si leyeron todo, los felicito, disculpen el tamaño de la letra, pero es que esta cosa no trae para agrandarla o para hacerla un poco más atractiva, y sé que por eso la lectura puede resultar bastante cansada, jaja lo que aumenta el reto.